Hola a todos hoy les vengo a hablar sobre un demonio bastante poderoso llamado Ahrimán, el demonio que representa el mal en el Mazdeísmo.
Ahrimán el es hermano de Ahura Mazda (personificación del bien) e hijo de Zurván, el Ser Absoluto, desde su nacimiento el se porto envidioso, hostil, mentiroso y perverso, atacando la obra de su hermano Ahura Mazda, y corrompiendo al ser humano.
Ahrimán es el Principio del Mal en la religión persa, y se opone a Ormuz o Ahura-Mazda, quien es el Principio del Bien y guarda con él una conflictiva cósmica que, si bien en principio adquiere el carácter de un dualismo maniqueo, posteriormente se resuelve en una suerte de monoteísmo, dado que el conflicto se resuelve a favor de Ormuz, quien adquiere un poder absoluto después del juicio final.
En los antiguos manuscritos persas, Ahrimán es conocido como “Angra Mainyu”, nombre que significa “Espíritu Destructivo”.
Es el profeta Zoroastro quien, por primera vez, refiere su origen en los términos antes expuestos ocupa, en el discurso religioso, la función de antagonista humano de Ahrimán, ya que a través de sus prédicas religiosas urge al pueblo a rechazar a Ahrimán y a sus pecados, los cuales muchas veces no se presentan como males reales sino como bienes aparentes, engañando así a quien no sepa ver con claridad.
Como puede verse, la doctrina de Zoroastro está libre de determinismos a la manera de Calvino (fundador del calvanismo, una corriente cristiana protestante), para quien unos hombres nacían predestinados a la condenación y otros a la salvación, dado que en su visión había una orientación innata al bien o al mal en cada cual. Es pues gracias a esta libertad humana mal empleada que Ahrimán habrá de incrementar sus poderes a lo largo del tiempo.
Para Steiner(un filósofo, erudito de la Literatura, pedagógo, artista, autor teatral, pensador social y destacada figura en el campo del esoterismo, teniendo además supuestas dotes de clarividente), al igual que para Aristóteles, el bien está en un punto medio. Así, en la dinámica del mal intervienen dos fuerzas espirituales: una, personificada en Lucifer; la otra, personificada en Ahrimán. Lucifer representa el orgullo, el fanatismo, el falso misticismo, la impetuosidad, la tendencia a huir de la realidad, la mentira espiritual, el apasionamiento irracional, etc. Ahrimán representa el materialismo, el racionalismo anti-espiritual que niega lo trascendente, el pragmatismo o utilitarismo que vuelve al hombre esclavo del tedio y la rutina, etc. Simbólicamente Lucifer es calor, mientras que Ahrimán es frío. En sí mismas, las tendencias luciferinas y ahrimánicas no son completamente malas, e incluso son necesarias para que el hombre progrese y evolucione a lo largo de la historia. El problema es que el ser humano tiende a irse a uno de los dos extremos, e incluso esto sucede a gran escala, viéndose así épocas o culturas en que predominan los rasgos luciféricos o los rasgos ahrimánicos.
El Medioevo de Occidente fue una época marcada por la influencia de Lucifer, cosa esta que queda plasmada en el Oscurantismo; mientras, Steiner apunta que nuestra época actual es predominantemente ahrimánica, y eso se ve en el progresivo aumento del carácter mecánico de la vida en sociedad, en el avance del consumismo, en el crecimiento del cientificismo que niega la dimensión espiritual del hombre y la realidad, etc. Sin embargo, en medio de aquel nefasto panorama, el arcángel Miguel, que desde 1879 es el Espíritu del Tiempo gobernante, ejerce una influencia espiritual opuesta que tiende a equilibrar la situación y que está vinculada con un fenómeno espiritual consistente en el hecho de que, desde inicios de su regencia, los cuerpos etéricos de las personas están cada vez más compenetrados con los cuerpos físicos, facilitando con ello la clarividencia.
Finalmente, Steiner cree que cada 666 años Ahrimán se encarna, haciéndose pasar por Cristo o por algún enviado de Dios. En base a eso, se especula que debió haber encarnado en el año 1998, aunque o bien la profecía es falsa, o bien la fecha está errada, o bien aún ese Ahrimán no crece o no se manifiesta suficientemente como para que sospechemos que tal o cual es él.